Teoría del saber histórico

Este libro consta de una excelente introducción por parte de un historiador y de un filósofo, que tratan de describir las influencias que el grandísimo historiador español José Antonio Maravall tuvo a lo largo de su obra. Maravall fue discípulo de Ortega y Gasset. La presente obra que estoy reseñando intenta analizar si la historia es posible como ciencia. ¿Puede la historia descifrar el futuro de la humanidad? Sabemos que su función es explicar el pasado de la manera más objetiva posible, dejando aparte la ideología del espectador. Ranke fue el máximo representante de este método, describir los hechos históricos de la forma más cercana a la realidad pasada. Schopenhauer argumentaba que la historia sólo describe hechos individuales, por lo que no que no puede ser una ciencia, que como sabemos desde la definición de Aristóteles, se ocupa de lo universal. Thomas de Quincey argumentaba que los hechos históricos se podían combinar de una forma tan indefinida que daba lugar a interpretaciones prácticamente infinitas. Spengler, en su magnífica obra Der Untergang des Abendlandes (la decadencia de Occidente) hace una apología de la historia. La perspectiva de Maravall es distinta, pues quiere ver en la revolución científica del siglo XX una analogía con el desarrollo de la historia. Sospecho que Maravall era seguidor de la doctrina de James Stuart Mill, partidario de la pluralidad de causas. El problema de la historia es uno de los grandes problemas de la humanidad. Conocer si somos libres o estamos determinados. Si ni siquiera podemos saber con seguridad y certeza si un sujeto humano es absolutamente libre o si está determinado a actuar de determinada manera, movido por causas que desconoce pero que él considera fruto de su propia voluntad, tratar de averiguar si la historia está determinada o si hay un libre albedrío en los acontecimientos históricos, es una tarea prácticamente imposible, y yo diría, insoluble. En primer lugar, las naciones y los pueblos no deben considerarse entidades autónomas sino que son agregados de individuos. En este punto me considero completamente nominalista y defensor de la doctrina de Ockham. Las clases y los conjuntos son meramente conceptos mentales, más allá de que pueda existir una conciencia por encima del individuo, lo cual lleva a la concepción platónica de los arquetipos y al eterno problema de los universales. Dilucidar este tema es imposible, ya que aún a día de hoy los filósofos se plantean la realidad de las clases naturales y de los géneros y especies. Lo fácil sería defender el determinismo histórico, que Marx aplicó para entender los movimientos sociales y económicos que determinan nuestra realidad material. Maravall habla del carácter indeterminista que pueden tener los hechos históricos, basándose en el principio de incertidumbre de Heisenberg y en los últimos descubrimientos de la física cuántica. Cita a Schrödinger y la opinión de Einstein, que defendía una concepción determinista del mundo. De la frase famosa “Dios no juega a los dados” su amigo Bohr le contestó “deje de decirle a Dios lo que tiene que hacer”. Tal vez la tesis de Hegel, de que la historia es el desenvolvimiento del espíritu, sea cierta. Una tesis providencialista de la historia da respuesta a los interrogantes sobre el futuro de la humanidad. Aunque como dijo Fukuyama, el fin de la historia ya ha tenido lugar.

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