La muerte de Virgilio

En la literatura del siglo XX, hay cuatro autores cuya obra se considera la más importante y representativa del siglo: Proust, Joyce, Faulkner y Kafka. La mayoría de los críticos que hacen está distinción es de origen anglosajón. Yo incluiría en ese selecto grupo de los cuatro magníficos del siglo XX a Borges, pero la elección puede parecer personal y además sesgada ya que es un autor que escribe en español y yo soy español y leo principalmente en español. Es evidente que la obra más importante del siglo XX es el Ulises de Joyce, que, bajo mi punto de vista, es el principio del fin del modernismo y el surgimiento de la postmodernidad. Jung dijo que el Ulises es un claro símbolo de la destrucción del mundo. De entre estos cuatro autores canónicos, existen obras de otros escritores del siglo XX que se pueden disputar la hegemonía de los cuatro gigantes de la escritura del XX. Estoy pensando en la montaña mágica, de Thomas Mann, obra que ya he reseñado. También me viene a la mente la inconmensurable e inacabada obra de Robert Musil, el hombre sin atributos. Y llego ahora a la obra que pretendo reseñar, la muerte de Virgilio de Hermann Broch. Si tuviese que definir esta obra, diría que carece de argumento, o que tiene un argumento de carácter histórico, los últimos días de vida del genial Virgilio y su último deseo de destruir su obra inmortal, la Eneida. Con este pretexto, Broch hace un despliegue de la concepción del arte para Virgilio, que se encuentra en la literatura, mientras que para Augusto el arte se encuentra en el Estado. La historia y la gloria de Roma serán para la eternidad. Durante la lectura de esta obra maestra he sentido que lo importante no es el contenido sino la forma, que se trata de un esteta hablando y disertando de conceptos tan trascendentales como la eternidad, el lenguaje, el tiempo o la muerte. A la obra de Proust le acontece exactamente lo mismo. Es un mero juego de formas y de deleite en la descripción de los amores y los celos de la alta sociedad francesa. Es interesante comparar la última voluntad de Virgilio de quemar la Eneida con el testamento de Kafka, en el que el autor checo también ordenó que toda su obra se quemara tras su muerte. Por suerte para nosotros y para la literatura y hasta para el universo, Max Brod no cumplió las órdenes de Kafka, dejándonos así el legado de unos textos eternos y que definen con total precisión la tragedia y el tormento del siglo XX. Las tesis de Marx, Freud y Nietzsche, los tres filósofos de la sospecha según la famosa definición de Ricouer, supusieron el fin de la modernidad, que tuvo su consumación tras la Segunda Guerra Mundial. Ya no hay sistemas absolutos que intenten explicar el mundo, la metafísica es una cuestión de sentimiento, la filosofía analítica lo inunda todo. La postmodernidad se había abierto camino. Esta obra de Broch, como las de Mann o Musil, es uno de los últimos intentos de rescatar una visión totalizadora del cosmos, cuyo último representante fue Hegel. Su Espíritu Absoluto parece que no se ha reconocido y anda extraviado, como dijo Kojéve.

Feliz año 2023 a todos mis lectores. En este nuevo año que va a entrar espero continuar compartiendo mis lecturas de los clásicos, de Catulo y de Safo, de Stevenson y de Joyce, de Ariosto y Mishima. A disfrutar de la lectura y sed felices.

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