Este libro de Pierre Bayle ha sido traducido recientemente al español. Gabriel Albiac, catedrático de filosofía, siempre había pedido que se tradujesen estos textos del autor francés, para darnos una idea general y global del pensador escéptico. Bayle inaugura una nueva era en el pensamiento europeo que ya se iniciase en la antigua Grecia, con el movimiento escéptico. Para estos pensadores, la realidad es inaprehensible y no podemos discernir lo verdadero de lo falso, lo real de lo imaginario. Pirrón de Elis fue el fundador de esta corriente, y su contacto con los gimnosofistas de la India le produjo una impresión que le llevaría a dudar de todo lo que caía bajo el imperio de los sentidos. Bayle sigue esta doctrina, negando las verdades de las religiones y utilizando un racionalismo extremo llega a rechazar la bondad absoluta del ser Supremo, haciéndolo responsable del mal que se da en el mundo y autor del pecado. Exactamente, si Dios sabía que Adán pecaría, ¿por qué lo permitió? ¿por qué condenó a toda la raza humana a morir por el error de nuestros padres? ¿por qué no destruye a los demonios y se instaura el bien supremo y se termina con el reino de Satán en la Tierra? Bayle se sintió fascinado con el pensamiento del joven Spinoza, al que tildó de ateo y promotor del ateísmo, pues su concepción de la divinidad distaba mucho de ser la común en el siglo XVII. Descartes había iniciado la modernidad poniendo en duda la realidad del mundo exterior, pero la veracidad divina hacía que no nos pudiésemos engañar con respecto a la supuesta realidad de ese mundo. Dividió el ser en pensamiento y extensión, división que toma Spinoza, pero este sólo admite una única sustancia en el universo, de la que todas las cosas son modos o accidentes. Así Bayle retrocede en el tiempo hasta la disputa de los universales en la Edad Media, y afirma que la doctrina de Spinoza está ya en potencia en Guillermo de Champeaux, que afirmó la realidad de los universales y que todo hombre era sólo un accidente de la humanidad general. O también la doctrina del mismo Averroes, que defendió la idea de un solo intelecto universal que sobrevivía a la muerte corporal, rechazando la inmortalidad personal. Schopenhauer arguye en sus soberbios escritos sobre diversos temas, Parerga y Paralipómena que la supuesta sustancia de Spinoza es sólo un modo de imaginarse las propiedades que tiene la materia: eterna, única, indestructible, ingénita, imperecedera, permanente a través de las formas que se dan en ella. Leibniz visitó a Spinoza y quedó fascinado ante su concepción de la divinidad, pero la persecución que posteriormente sufrió el judío hizo que el pensador alemán se limitase a borrar toda huella del encuentro con el pulidor de lentes. Spinoza modificó la concepción de la filosofía para siempre. Así influyó en Lessing y en la disputa que tuvo con Jacobi acerca del spinozismo. Así todo el idealismo alemán, en especial Hegel, bebe de las fuentes de Spinoza para generar su concepto de Espíritu Absoluto, que se manifiesta en el mundo hasta conocerse a sí mismo.