En este segundo tomo de la historia de las religiones y las creencias, Mircea Eliade estudia el pensamiento chino en el primer capítulo. Se hace eco de las tesis de Confucio y Lao-Tse y analiza el significado del Ying y el Yang. Lo cierto es que la mentalidad europea cristiana concibe con dificultad la filosofía oriental, mucho más práctica y menos metafísica por decirlo de algún modo. Eliade también estudia el origen del budismo, con la historia de cómo Buda alcanzó la iluminación. Como cualquier lector medio sabe, el budismo predica la extinción del sufrimiento y el dolor a través del óctuple sendero. Buda llegó a la verdad a través del camino medio, y se dice que percibió todas sus encarnaciones pasadas y vio la concatenación infinita de causas y efectos del universo. En la India estudia las doctrinas de los brahmanes, en concreto el libro del Bhagavad-gita, donde Arjuna, el héroe tiene que enfrentarse a un ejército. El dios Krishna le ilumina y le revela que la muerte es ilusoria, como la guerra. El Sakhyam yoga afirma que hay dos entidades eternas en el universo. El espíritu o purusha y la materia o prakiti. El espíritu carece de inteligencia, que es una rama compleja de la materia organizada. El espíritu debe ser espectador del mundo y no actor, para alcanzar la liberación. La tesis de la transmigración pasó al budismo, y Nagarjuna, con una lógica impecable, vació de contenido los conceptos supremos como el nirvana. Las mitologías de Europa son prolíficas, desde los dioses romanos y la creencia en la metempsicosis de los celtas, que llegaría a un autor como Yeats, hasta los increíbles mitos nórdicos. Odín es el padre de los dioses y los hombres, que van a Valhalla al morir en combate. Thor destruye a los gigantes con su martillo Mjöllnir, mientras que Tyr pierde su mano al ser devorada por el lobo Fenrir. Loki está representado como el dios del mal, causante de la muerte de Balder, el más bello de los dioses, que tal vez tenga una semejanza con Cristo, pues resucitará y reinará en el mundo junto a su hermano Hodr después de Ragnarok. Todos los dioses mueren enfrentándose unos con otros, y Surtur arroja el fuego que prende el fresno del universo Ygdrasill. Todavía le queda tiempo al autor para estudiar las síntesis iranias, con el dios Zurvan, representante del tiempo y el destino, que engendra a Ohrmuz y Ahriman, dios de la luz y dios de las tinieblas respectivamente. En Grecia estudia el mito del dios Dionisios, ese dios de las bacanales que Nietzsche antepuso al orden racional de Apolo. Por último, el movimiento gnóstico, que sostiene que este mundo es creado por un demiurgo malvado o por fuerzas inferiores, y no por el auténtico Dios. Los credos de Basílides y Valentín son los más famosos, con los cielos que se interponen entre el Absoluto y la divinidad inferior. También se analiza el movimiento cristiano, cuyo verdadero fundador es Pablo de Tarso, que viene a decir que el nuevo testamento es la consagración del antiguo pensamiento del pueblo judío.