Este breve ensayo es, ante todo, una apología del cristianismo. Su autor, C.S Lewis, fue ateo durante mucho tiempo hasta que vio la iluminación tras leer un libro de Chesterton, el hombre eterno. Esta obra fue el punto de inflexión que le llevó a ser un férreo defensor del cristianismo en numerosas obras, entre las que se cuenta esta que voy a reseñar. El problema del dolor es una pregunta que cualquier cristiano lógico ha de hacerse en algún momento de su vida. ¿Cómo puede un Dios todopoderoso y bondadoso permitir que sus criaturas sufran? Leibniz, en su teodicea distingue tres tipos de mal; el mal metafísico, el mal físico y el mal moral. El mal metafísico es la privación de la perfección del ser, lo que hace que las criaturas sean finitas y estén abocadas a la destrucción. El físico incluye todas las enfermedades y sufrimientos. El moral incluye las malas acciones como el robo o el asesinato. Los seres humanos somos conscientes del mal, pero ¿era esta la voluntad de Dios al crear al primer hombre? Dios dio la orden de no comer del fruto del árbol del conocimiento a Adán y Eva, pues si lo hacían, morirían. Esto fue lo que ocurrió al hacer caso a Satanás disfrazado de serpiente. La entera raza humana hemos heredado la imperfección y la muerte por esa transgresión, conocida como la Caída. Lewis parece intentar reconciliar la teoría de la evolución con las enseñanzas bíblicas, pero lo cierto es que o se cree en lo uno o en lo otro. No hay un término medio. Los ateos argumentan que somos fruto de la casualidad ciega, de la evolución de miles de millones de años ha surgido el orden y la perfección que conocemos. Por el contrario, el creyente piensa que Dios ha creado el universo con su Palabra y que toda la perfección y el orden son obra de su majestuosa voluntad. Kant consideraba el argumento físico teleológico el más difícil de refutar, y hasta Voltaire, deísta declarado, lo veía como irrefutable. Lewis argumenta con lógica algunas preguntas como si el sufrimiento de miles de personas fuera acumulable y más doloroso que el sufrir de un único ser. Hay un texto judío en el que se dice que el que salva a un hombre, salva el mundo. Asimismo, el que destruye a un hombre, destruye el mundo entero. El dolor no es acumulable. Un único dolor sufrido por una persona contiene todo el dolor que se puede sentir en el universo. Otro tema que Lewis trata es el del dolor animal. ¿Por qué tienen que sufrir los animales si sólo fueron los seres humanos quienes cometimos la transgresión? La solución que da no es muy acertada, ya que arguye que el animal no tiene conciencia porque no percibe la sucesión en la percepción. Al no tener un yo estable como el humano, no percibe el dolor igual. Lewis parece apoyar la tesis de la existencia del infierno y la considera justa en cierto sentido. Sigo sin poder creer que gente tan ilustrada y preparada como él pueda creer en semejantes dogmas. En Eclesiastés 9:5 se dice que “los muertos no son conscientes de nada en absoluto” y en romanos 6:7 que “el que ha muerto ha sido liberado del pecado” Como bien dijo Lucrecio, sólo la religión podría crear males semejantes.