Este libro es la obra de Alfred Loisy, un sacerdote católico que perdió la fe en la Iglesia y en la divinidad de Cristo y que fue excomulgado por la Iglesia católica. Sus obras pasaron a formar parte del Índice u obras prohibidas para los católicos. Loisy se basó en las enseñanzas de Harnack y propuso una evolución histórica del cristianismo, no como religión revelada, sino como conglomerado de otras religiones que tenían cultos similares. Así, la muerte de Cristo simboliza la muerte de la naturaleza, y la resurrección, en la que no creía, supone la vuelta del sol que alumbra el mundo entero. Loisy analiza los evangelios sinópticos y las cartas del apóstol Pablo, verdadero fundador del cristianismo. No pretendo dilucidar la exégesis de tales cartas, pero lo que Loisy hace es dar un enfoque meramente histórico a la evolución de la religión cristiana. En sus primeros siglos, los cristianos fueron perseguidos con furia y rencor por las autoridades romanas. El politeísmo romano era mucho más racional que la creencia en un mesías que iba a liberar a la humanidad del pecado y de la muerte. Por eso Tácito escribe que el cristianismo predica un odio al género humano. Al morir Jesús Tácito lo llama Chrestus. Celso, autor pagano, escribe una apología contra los cristianos. Lo que Celso recalca es que Dios no puede morir, por lo que Cristo no puede ser Dios. Un Dios trascendente no puede estar sometido a la mutación, al cambio y a la muerte. Orígenes contestará a Celso con argumentos sacados de la Biblia, con la fe como principal baluarte de sus tesis. Justino, el mártir, uno de los primeros padres de la Iglesia, intentará refutar a los gnósticos. Justino tenía una educación griega principalmente, formado en los pensamientos de Aristóteles, Platón y Heráclito. ¿Cómo refutar a los gnósticos, esa secta originaria de Alejandría, que buscaba la salvación por el conocimiento? Recordemos la tesis gnóstica de Basílides, tal vez el sistema más elaborado de todos los pensadores pertenecientes a este movimiento. El Dios trascendente, absoluto, en su inmovilidad, generó el abismo y el silencio. Bythos, el abismo, se unió al silencio dando lugar a una serie de entidades, una de las cuales es Sophia, sabiduría. Un ángel inferior, el demiurgo, asume el papel de Dios supremo y crea este universo con material impuro. Es el último de los 365 cielos que han ido emanando de las entidades superiores. El padre envía a Cristo a través de Sophia para rescatarla. La salvación es a través de la inteligencia. También Marción arguye que el Dios del Antiguo Testamento es otro muy distinto al padre que Jesús predica. Jehova es tan solo un demiurgo malvado que ha creado el mundo material, pero el Dios de Jesús es amor y redención. Ireneo recopiló casi la totalidad de las enseñanzas gnósticas para refutarlas. Ya en el siglo XVIII, un poeta inglés, William Blake, acudiría a las tesis de los gnósticos para crear su personaje Urizen, que es pensamiento puro y que engendra a Los y Enitharnon, tiempo y espacio en las categorías kantianas y las formas de percepción humana.