Esta es una de las mejores novelas cortas escritas por Tolstoi. No por nada Cortázar la eligió como uno de los mejores relatos en una antología. Platón dejó escrito que la filosofía no es otra cosa que una meditación para la muerte. Ese es el tema principal de este libro. Iván Illich, hombre de costumbres, padre de familia y marido ejemplar, tiene una vida monótona en la que no hay lugar para pensar en la muerte. Todo esto cambia cuando sufre un accidente y se lastima el costado. A partir de ese momento su salud irá empeorando y esto lo llevará a replantearse el sentido de la vida y si lo que ha hecho ha sido lo correcto o no. Iván Illich ve la muerte como la consumación final, como la nada absoluta. En este sentido, su visión está de acuerdo con la tradición bíblica. (Eclesiastés 3: 19-22) Nada puede morir del todo en el universo. La materia se transforma y adquiere nuevas formas de vida y de existencia. Iván Illich no piensa sino en que la muerte supondrá el fin de todos sus recuerdos, de todas sus vivencias, esas vivencias de niño en las que era feliz con su madre. Pero, ¿y todo lo demás? ¿Podría haber sido de otra manera? En su lecho de muerte, en la meditación entre la vida y el fin, Iván Illich se plantea si sus decisiones han sido acertadas. Parece que Iván Illich sólo siente afección por su criado Guerasim. De alguna manera reniega de su vida anterior y pasada. Su trabajo de magistrado, las partidas de whist con los amigos, todo eso, ¿de qué le sirve si ahora se ha de enfrentar a la muerte? Pier Damiani sostenía que Dios era capaz de cambiar el pasado y hacer que lo que había ocurrido nunca hubiese sucedido en absoluto. Esa omnipotencia es la que querría tener Iván Illich. La narración termina con lo que el lector prevé desde la primera página, ya que Tolstoi hace un flashback. El libro comienza con el funeral de Iván Illich, y como sus allegados más cercanos sufren su pérdida. El libro concluye con el instante final de Iván Illich, afrontando la muerte con extrema resignación. El libro incluye un pequeño relato aparte, titulado Iván el tonto, que trata sobre la codicia y el mal humanos, y cómo la bondad se impone a la maldad más absoluta.
Tolstoi es uno de los mayores escritores de la literatura universal. Con novelas como guerra y paz, que aún no he leído o Anna Karenina, cuya lectura me deleitó, Tolstoi ha entrado en la inmortalidad de las letras. Fue un noble que abjuró de la riqueza y siguió las enseñanzas cristianas hasta sus últimas consecuencias. Su pensamiento influyó de forma gradual en Gandhi, que leyó con pasión sus escritos sobre cristianismo. De algún modo despreció a Shakespeare, porque decía no entender dónde estaba su grandeza. No obstante, admiró a sus contemporáneos rusos y tuvo amistad con Turguenev y Chejov. Se carteó con toda la intelectualidad de la época, incluidos Rilke y Bernard Shaw. En sus páginas podemos encontrar el misterio de la naturaleza humana.