En estos breves ensayos, el erudito rumano Mircea Eliade nos adentra en el mundo de las antiguas cosmogonías y en las experiencias místicas de la historia de las religiones. Ante todo, esta serie de mitos intenta alcanzar la coincidentia oppositorum, que es según el Cusano la mejor forma de definir a Dios. Así, el sustrato de las realidades últimas se encuentra en la luz, en las experiencias yóguicas pero también en las visiones de los chamanes. Aquí tenemos el famoso ejemplo del Bhagavad-gita, en cuyo capítulo XI Krishna se revela como fuego ígneo. “Si dos millares de soles irradiasen todos a la vez su esplendor en el cielo, sería entonces como la luz del magnánimo.” Algo análogo puede verse en el budismo. Un sutra chino afirma que en Rupaloka, gracias a la práctica de la contemplación y la ausencia de todo deseo, los dioses (Devas) alcanzan una especie de samadhi conocido con el nombre de relámpago de fuego y sus cuerpos llegan a ser más gloriosos que el sol y la luna.
Otro de los temas estudiados en el libro es el mito de Mefistófeles y el andrógino. Según Goethe, para Dios, el diablo es un elemento necesario en la totalidad del cosmos. Parece existir una vieja amistad entre Dios y el Diablo, como así atestiguan ciertos mitos. Los bogomilos por ejemplo sostienen que Satanael fue el primogénito de Dios, y Cristo el segundo. Así Cristo y el diablo serían hermanos. En algunos mitos de la creación Dios recurre al diablo para crear el universo. Así, un mito ruso nos cuenta que ni Dios ni el Diablo han sido creados, sino que existían unidos desde el principio de los tiempos. Estos mitos intentan explicar que Dios no tiene nada que ver con el origen del mal, ya que no lo conoce. En los textos hindúes se ilustra que ni el bien ni el mal tienen sentido de ser más que en el mundo de las apariencias. En una perspectiva trascendental, el bien y el mal son tan ilusorios como las demás parejas de contrarios. El mito del andrógino tiene su origen en los místicos medievales y ha sido tratado por Balzac en la literatura, en su famosa obra Seraphita. Para Jacob Boehme, el sueño de Adán representa la primera caída. Adán se separa del mundo divino y se “imagina” sumergido en la Naturaleza. Según ciertos continuadores de Boehme, Adán, habiendo visto a los animales aparearse, se sintió turbado por el deseo, y Dios le concedió el sexo a fin de evitar males mayores.
En cuanto a mitos de naturaleza escatológica, Eliade estudia las narraciones de los indios melanesios y de la vuelta de los muertos a la vida, y el fin del gobierno del hombre blanco. Es por este motivo de la resurrección de los muertos por lo que la Biblia tuvo tan buena acogida entre los melanesios, ya que la doctrina de Juan de que los muertos volverán a la vida, tanto justos como injustos, está en consonancia con las historias religiosas de los melanesios. También los indios de América del Norte creen en la resurrección de los muertos. La regeneración periódica del mundo es un hecho que Eliade estudia en profundidad en otra de sus obras más famosas, el mito del eterno retorno.