Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía

Este libro es una biografía de la vida de Arthur Schopenhauer, mezclado con reflexiones sobre su sistema filosófico. En él asistimos a los primeros años de la vida del filósofo del pesimismo, en Danzig. Su padre, un famoso y rico comerciante, quería que Arthur se dedicase al negocio del comercio, por lo que le preparó para ello. Recibió una educación cosmopolita, aprendiendo francés a la escasa edad de cuatro años. Pero Arthur no quería dedicarse al negocio paterno. La muerte del padre fue como una liberación para él, pues la madre le dijo que podía dedicarse a seguir estudiando. Johanna Schopenhauer fue una gran intelectual de su época en Weimar, donde Goethe asistía a sus tertulias con frecuencia. Sin embargo Arthur no era bien recibido en los círculos maternos. De alguna manera, el carácter agrio de Schopenhauer lo llevó a enemistarse con su madre, con lo que rompieron relaciones. Adele, su hermana pequeña, aún mantendría un contacto tangencial con su hermano, pero las relaciones seguían siendo tensas.

 

El inicio de sus ideas filosóficas lo llevarían a estudiar con detenimiento a Platón y Kant, que junto con los Upanishads hindúes forjarían su pensamiento final. Su tesis, sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, pasaría desapercibida, hasta que Goethe la leyó y quedó deslumbrado del genio de Arthur. En ella Schopenhauer desarrolla la tesis kantiana de que sólo el principio de razón suficiente es el que une las representaciones en nuestro intelecto. Asistió a las clases de Fichte, de las que dijo que no aprendió nada reseñable. No podía ser de otra forma. Fichte postulaba la existencia de un yo absoluto que creaba el mundo a partir de conceptos. Para Schopenhauer sólo la representación es real. A la edad de treinta años ya tiene escrita su obra principal, que las generaciones posteriores no olvidarán. El mundo como voluntad y representación empieza con las taxativas palabras que se han hecho eternas: “el mundo es mi representación” Píndaro dejó escrito que somos “el sueño de una sombra” y Sófocles, que sólo somos fantasmas y sombra vana. La tesis onírica del ser había sido introducida en Occidente por Berkeley, y Kant postuló que sólo conocemos las apariencias de los fenómenos. Pero para Kant esas apariencias no son sueños, sino una serie de fenómenos que constituyen la naturaleza. Para Schopenhauer, las apariencias son el velo de Maya de los hindúes. Pero el ser no es sólo representación que se divide en sujeto/objeto, sino que hay algo más profundo más allá del mundo fenoménico. La voluntad, que es la cosa en sí, la sentimos en nuestro cuerpo, y de ahí deducimos que todo cuanto acontece en el universo es fruto de la voluntad. Esta es ciega, sin finalidad e infinita. Cada deseo satisfecho engendra cien deseos más por cumplir. Sólo mediante el arte, en el que el sujeto puro del conocimiento toma las riendas de nuestro ser, podemos zafarnos de la voluntad. El otro camino es el de la aniquilación de la voluntad, mediante la supresión de los deseos. Schopenhauer toma partido por el camino ascético.

 

Schopenhauer no tuvo en vida el mérito que sus obras merecían. Sólo al final de su vida comenzó a vislumbrar el éxito. Su influencia en el siglo XX es notable: Wittgenstein, Mann, Borges son sólo algunos de los autores influenciados por sus ideas.

 

 

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