Esta novela corta de Stefan Zweig es de una intensidad sin igual. Trata de una mujer que está felizmente casada y con hijos, y tiene una aventura amorosa. Toda su vida es perfecta hasta que una mujer descubre su infidelidad y decide chantajearla. A partir de ese momento, el miedo pasa a formar parte de la vida de Irene Wagner. No puede dormir, no puede comer, no puede hacer una vida normal sabiendo que su secreto puede ser revelado en cualquier momento, con las consecuencias que eso acarrearía. Su marido, un abogado llamado Fritz, la deja actuar en cada momento, dándole una libertad de acción infinita. Al final Irene piensa en el suicidio. Compra un frasco de morfina para ingerirlo y morir, y no ser descubierta en su adulterio. La sorpresa final de la novela no deja a nadie indiferente. El lector no puede imaginar que todo ha sido orquestado desde un principio por su marido, que sabía del desliz amoroso de su esposa, y ha contratado a una actriz para que se haga pasar por una chantajista. Sólo quería que volviese al buen sendero, que se diese cuenta de la situación a la que estaba llevando a su familia con su amante. El marido Fritz finalmente la perdona e intuimos un final feliz.
La obra de Zweig se divide en ensayos, novelas, biografías y correspondencias. Fue amigo de Hermann Hesse, con quien se carteó. Conoció a Thomas Mann. De origen austriaco judío, criticó las acciones emprendidas por las grandes potencias durante la gran guerra. Su religión era el judaísmo, aunque yo creo que no la profesaba. Al contrario que en la obra de Kafka, en sus escritos no notamos la sombra del padre Jehová que rige el universo. Sus biografías más famosas son la de María Estuardo y Fouche. Era un gran narrador, dando importancia sobre todo a la acción por encima de las descripciones y de los personajes.
Lugones escribió: dueño el hombre de su vida, también lo es de su muerte. En 1938 se suicidó. Zweig terminó con su vida en 1942, estando en Brasil, creyendo que el nazismo se extendería por todo el orbe. Como Séneca, como Mainlander, sintió que su muerte era también la muerte del universo. San Agustín, en su obra De Trinitate, arguye que la muerte de Jesucristo fue en realidad un suicidio, ya que podría haberse salvado, pero aceptó la cruz para redimirnos de los pecados y liberar a la humanidad. Siglos después, John Donne defendería la misma tesis en su obra Biothanatos. Cristo murió para salvar a la humanidad. Zweig quería liberar a la humanidad del régimen nazi, y buscó la salvación en su propia muerte. Morir en cuerpo y alma, descansar en paz, después de una vida agitada.
Stefan Zweig es una de las cumbres de la literatura del siglo XX en la lengua alemana. Podemos unir su nombre al de Kafka, Döblin o Johannes Becher. Sus libros son a veces sueños dentro de sueños, como un mágico juego de espejos.