Una visión

De toda la obra de Yeats, que incluye multitud de poemas y ensayos, el título una visión se merece con todo derecho el honor de ser la obra más compleja del autor. Su mujer padeció el fenómeno de escritura automática, a través de la cual entraba en trance y escribía lo que los espíritus le dictaban. También estos seres la visitaron en sueños. Fruto de todo ello y con el paso de los años, Yeats elaboró una compleja cosmogonía que no tiene nada que envidiar a los escritos más profundos de Blavatsky. Así asistimos a la aparición de una serie de figuras geométricas, en este caso, conos invertidos que revelan el carácter cíclico del torbellino de Empédocles, en el cual el Odio separa todas las cosas, mientras que el Amor las reúne. Después Yeats hace un estudio de las veintiocho fases de la luna, en cada cual hay un arquetipo de persona, y que tiene que buscar su opuesto para compenetrarse y fusionarse en la Unidad del Ser. Todos los tipos de personalidad están estudiados en el libro, (el santo, el loco). Todo está compuesto de cuatro elementos básicos que interactúan entre sí. La Voluntad, término que proviene de la filosofía de Croce, aunque yo más bien diría que Yeats la tomó de la voluntad suprema de Schopenhauer. La Máscara, la Mente creadora y el Cuerpo del Sino son los tres elementos restantes. Así Yeats estudia diversos caracteres literarios y filosóficos, tal como Shakespeare, Rembrandt, Spinoza, Byron, Shelley, Balzac, etc

 

Es este un libro tedioso de leer, no por la complejidad de la temática sino por la terminología tan técnica que se utiliza. En sus páginas encontramos la doctrina que profesaron Pitágoras y Platón, los hinduistas y los budistas, es decir, la transmigración de las almas o reencarnación. También Blavatsky sostenía esta hipótesis. El cuerpo sería un mero vehículo para el alma que debe habitar distintas estancias hasta encontrar la liberación. Sabemos que Yeats apenas había leído filosofía, y los instructores le dijeron que no leyese. De este modo sólo conocía algunos diálogos platónicos cuando empezó el estudio de las obras completas de Berkeley y de Plotino. De Berkeley aprendió que el mundo es subjetivo o fruto de la conciencia; de Plotino, que hay una realidad suprasensible accesible al ser humano a través de la unión mística.

 

Schopenhauer empieza su obra principal con esta tácita frase: “el mundo es mi representación”. La tesis onírica del ser tiene sus orígenes en los pensamientos de la India, donde somos el sueño de Brahman, el espíritu absoluto. Tal vez estos seres que se comunicaron con Yeats no querían sino transmitirle que todos formamos parte de un todo más amplio, es decir, de una conciencia superior. Hegel ha escrito: “el hombre es la autoconsciencia de Dios” Las veintiocho fases de la luna sólo simbolizarían los pasos sucesivos para que el ser supremo tome conciencia de quien es, y una vez conseguido, el universo tendría un sentido último. El sentido último del ser es lo que Yeats trata de alcanzar en este complejo y a la vez bello y solitario ensayo.

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