Conversaciones con Borges

Otra vez nos adentramos en el universo de Borges, el gran maestro del siglo XX de la ficción pura. El libro trata de una serie de entrevistas que el autor, Roberto Alifano, amigo personal de Borges, le hace de una manera sencilla y clara. Los temas vuelven a ser los predilectos del autor argentino: el laberinto y el tigre, el tiempo, la cábala, la memoria y el olvido. En estas mágicas páginas nos asomamos a toda la literatura. Así Borges nos habla de los libros como instrumentos maravillosos para hacer perdurar la historia de la humanidad; nos desvela con una sonrisa que el tango tuvo su origen en los prostíbulos argentinos, y que él prefiere la milonga; nos descubre con pasión y fervor el misterio de la obra de Joyce, que es puramente verbal. Para Borges, Finnegan´s wake trata sobre el tiempo circular ya anunciado por los estoicos y los pitagóricos, y analizado por Vico en sus principios de ciencia nueva; Kipling se convierte en uno de los autores favoritos de Borges, cuyos relatos ya ha leído un centenar de veces y lo pone como símbolo del Imperio Británico. También admiraba con fruición la obra de Oscar Wilde, del que dice que tuvo un destino trágico. La prosa de Wilde es simple y concisa, ejemplar para empezar a aprender el idioma inglés. Su poesía es menor, pues es superado por Rossetti y Swinburne, pero el poema la esfinge resalta por su carácter meramente verbal. Borges también nos habla de algunos de sus íntimos amigos, como por ejemplo Alfonso Reyes, hombre de vasta cultura y de un estilo impecable en la prosa castellana. Define la poesía como algo mágico, la comunicación de una emoción no revelada antes al lector. En cuanto a sus pareceres políticos, Borges descree de la democracia y se declara anarquista y enemigo de los nacionalismos. Está en contra de la existencia de las fronteras entre los países, pues el ser humano debe ser cosmopolita, como definían los estoicos. De los libros clásicos por excelencia reclama la Eneida como arquetipo, pues es el origen de otros libros clásicos como la Divina Comedia. Borges nos dice que ama el Quijote, y sobre todo a su personaje principal Alonso Quijano, que muere sin poder materializar su sueño. Luego habla del que para él posiblemente haya sido su escritor favorito, y no estoy hablando sino de Quevedo, que es ante todo una literatura por sí misma. Quevedo está disperso en todas sus obras y no hay un solo personaje que se asimile a él. Lo compara con Lugones, al que Borges también admiraba. Es bien sabido el amor que Borges profesaba por la literatura policial, en concreto por los cuentos de Chesterton y de Poe. El libro todavía nos deja tiempo para tratar de Kafka, el primer escritor del siglo XX según las palabras del argentino. El budismo, la religión que no tiene Dios y que predica la anulación de la individualidad, es estudiado por Borges con detenimiento. Por último, el problema del tiempo, que se define como la sucesión, se convierte en el problema fundamental de la metafísica: Platon, Plotino y san Agustín se plantearon la solución al enigma que, de ser resuelto, se revelaría el origen oculto del cosmos y de nuestra alma.

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