Los griegos

Este libro de Kitto es sobre todo una historia de la Grecia clásica. El autor demuestra ser un buen helenista con sus diversos conocimientos en la materia de la Hélade. Economía, geografía, historia, pensamiento, todo tiene cabida en este maravilloso libro donde Heródoto nos narra el famoso suceso de los diez mil, cuando al ver el mar exclaman Thálassa, con lo que pusieron fin al infierno del éxodo. Destaca entre los primeros capítulos aquel dedicado a Homero y sus obras inmortales la Ilíada y la Odisea. Uno de los constantes epítetos para referirse a Troya es “la del ancho camino.” Con erudición libresca Kitto nos transporta a las luchas de los olímpicos y a las venganzas de los hombres; la muerte de Héctor a manos de Aquiles y el ruego de Príamo para que pueda enterrar a su hijo. Longino dice que “Homero en la Odisea es como el sol poniente; posee aún grandeza, mas no intensidad.” Después de esto nos adentramos en las historias de Atenas y Esparta y la guerra del Peloponeso. Esparta destaca por su formación y dureza, así como una disciplina férrea. Atenas logra formar un imperio marítimo. Ya vemos la descripción de Heródoto en los nueve libros de la historia; ya sentimos la dialéctica del genial Tucídides, el mayor historiador de Grecia. Demóstenes nos asombra con sus discursos y su oratoria, digna del mejor Cicerón. También hay parte del libro dedicada a estudiar el desarrollo de la polis y su posterior decadencia. El nacimiento de las ciudades-estado fue el germen de la democracia griega. Como siempre hay un lugar para el análisis del pensamiento griego; el origen del universo, que según Tales de Mileto está en el agua; el apeiron de Anaximandro, o lo indefinido, a donde vuelven todas las cosas al perecer y de donde brotan los elementos; el aire de Anaxímenes; la armonía de los contrarios y el logos de Heráclito; los cuatro elementos y el amor y el odio de Empédocles, que agregan y disuelven las cosas según su acción; la virtud identificada con el bien, principio rector de las enseñanzas de Sócrates; Platón y su teoría de las ideas, que él mismo llega a criticar en sus últimos diálogos; el demiurgo como ordenador de la materia caótica con el modelo eterno de las ideas, concepto que tomarán los neoplatónicos para poner las ideas en Dios; el asombro ante el conocimiento como principio del saber; el bien como lo que apetecen todas las cosas según la famosa definición de Aristóteles; el acto puro y el Dios que mueve sin ser movido a través de la causa final; el entendimiento agente que se une a la divinidad pues es impasible e incorruptible; no nos olvidamos de los átomos de Demócrito y Leucipo que se mueven en el vacío ni la suprema teoría del ser de Parménides, pues el ser es y el no ser no es, ya que el ser es eterno y uno e inmóvil.

 

Para el lector ávido una buena fuente en la que encontrará el origen de Grecia, el desarrollo de su literatura y pensamiento, y una historia que muchos pueden calificar de mítica.

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