Dios no existe

Es este un libro escrito por un ateo, Christopher Hitchens, dedicado a los ateos y destinado a los no creyentes. Hitchens hace una recopilación de los autores ateos desde la antigüedad hasta nuestros días, en una selección de textos maravillosa. Nos encontramos así con las enseñanzas de Lucrecio, defensor de los átomos y el vacío, y para quien la naturaleza rige su imperio, sin deber nada a los dioses; Estacio fue el que dijo que lo primero que creó a los dioses es el miedo. Omar Khayam busca en el hombre el sentido del mundo, sin tener que acudir a la divinidad; Hobbes hace una larga disquisición en su obra Leviatán acerca del origen y los usos de la religión, estableciendo el miedo a la muerte como principio fundador de toda religión. Asimismo Hume sostiene que es la ansiedad por nuestro estado futuro lo que engendra el pensamiento en Dios y en la inmortalidad. Hume no creía en la inmortalidad personal; con una gran lucidez razona que lo que es ingenerable debe ser también incorruptible. Si nuestra alma es ingenerable, es decir, ingénita, tendríamos recuerdos de sus vidas pasadas. Pero no tenemos ninguna clase de recuerdo de este tipo, por lo que no es ingenerable, y por lo tanto, no debe existir después de nuestra muerte. Otro famoso ateo citado en el libro es Shelley, quien arguye que si Dios tiene inteligencia, debe tener ideas. Pero todas las ideas vienen de la sensación como ya demostró Locke. Por lo tanto si Dios no tiene órganos sensoriales para captar las ideas, se deduce que no tiene inteligencia o que es un ser impersonal y nebuloso; Spinoza fue considerado ateo por declarar que Dios era impersonal, y que los milagros entran dentro del orden natural, sólo que no son conocidos por los hombres; Stuart Mill sigue la lógica de su padre y no se plantea la pregunta ¿quién me creó? porque ello supondría inmediatamente hacerse la pregunta ¿quién creó a Dios?; Darwin, en su autobiografía, defiende que puede haber una causa primera al estilo del Dios de Aristóteles, pero que el argumento del diseño queda refutado por la teoría de la evolución y la selección natural de los organismos, que luchan constantemente para hacerse con las condiciones de vida favorables para la especie; Joseph Conrad niega cualquier influencia sobrenatural en la vida del hombre, porque afirmar lo sobrenatural es infravalorar que lo mundano pueda ser por si mismo maravilloso. Mark Twain niega el libre albedrío de los seres humanos; Thomas Hardy pierde poco a poco la fe y compone un poema que se titula el funeral de Dios; Lovecraft desecha cualquier divinidad y moralidad que introduzca la religión porque eso supone un fanatismo; Freud define la religión como un delirio colectivo y como una forma de protegernos de los miedos del exterior; Einstein cree en un Dios cuyo ser son el orden y la armonía de las matemáticas, no un Dios personal que juzga y condena los actos humanos. Y así un largo etcétera de autores cuyo nexo de unión es negar a Dios. Pero digámoslo claro. Un  ateo puede tener una estricta moral como un creyente, sólo que no es un Dios trascendente de donde emanan el bien y la bondad, sino de las acciones humanas nobles.

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