En la tradición científica es común que la filosofía y la religión se unan y coincidan en personalidades de carácter de ciencia. Tal es el caso de Paracelso, médico que practicó la alquimia y que buscó la piedra filosofal. En este ensayo de Charles Webster podemos apreciar la evolución de una doctrina de pensamiento. No por nada Yates llamó a Newton el último de los magos. Además de descubrir la ley de la gravitación universal, Newton se dedicó durante toda su vida al estudio y el comentario de las sagradas escrituras. Vio en el libro de Daniel la profecía apocalíptica del fin del mundo. Previo el fin de la tierra para el año 2060.
Paracelso es considerado el padre de la toxicología por su célebre frase “la dosis hace al veneno”. Se trata de uno de los personajes más contradictorios de la historia de la medicina. Místico y astrólogo, descubrió el zinc. Creía en la influencia de los astros sobre las vidas de las personas. En aquella época la astrología era considerada una ciencia con todo rigor. Recordemos los pensamientos de Kepler de que la tierra era un ser animado, al igual que creía Giordano Bruno. Todos estos pensadores contribuyeron a lo que en filosofía de la ciencia se denomina un cambio de paradigma. El geocentrismo había sido finalmente derrotado y el heliocentrismo había triunfado con las tesis de Copérnico. La filosofía cartesiana se había abierto camino y había logrado poner el centro de atención en el sujeto pensante. Pero la filosofía mecanicista nunca llegó a triunfar del todo, ya que las teorías neoplatónicas estaban en boga durante todo el siglo XVII. No hay más que fijarse en los platónicos de Cambridge, con Ralph Cudworth y Henry More a la cabeza. More defendía la existencia de un lugar para los espíritus que denominaba spissitude, la extensión espiritual. Ya en el Renacimiento, Ficino había hablado de la simpatía de todas las cosas en el universo, que estaban unidas por el amor. Leibniz retomará esta idea con las mónadas que son “espejos vivientes del universo.” Newton se disputó con Leibniz la invención del cálculo infinitesimal, cuando ambos lo descubrieron de forma independiente. En su correspondencia con Clarke, Leibniz defendió una tesis relacional tanto del tiempo como del espacio, mientras que para Clarke, defensor de las posturas de Newton, el tiempo y el espacio eran emanaciones eternas de la divinidad y habían existido siempre. Dios decidió crear el mundo en un momento de tiempo como podía haber elegido cualquier otro, sólo por su voluntad.
En cuanto al libro de Webster, prácticamente no se habla de Newton en los ensayos. Más bien se trata de una exposición y un estudio sociocultural de la época de la vida de Paracelso, esto es, el siglo XVI. Se citan también a otros autores como Van Helmont, digno sucesor del médico alemán. Con todo el libro me ha dejado mal sabor de boca, pues creo que da demasiados datos históricos y se centra más bien poco en las teorías de los autores que debería tratar.