La laguna

Joseph Conrad es conocido en el mundo de la literatura por su franqueza y objetividad. Tal vez sólo Tolstoi se le iguale como escritor objetivo y descriptor de duras realidades. Es bien sabido que Conrad no tenía en consideración a ningún escritor ruso salvo Turgueniev, el creador del concepto de nihilismo en su obra Padres e hijos. La laguna, cuento que voy a reseñar aquí, forma parte de una serie de relatos llamados cuentos de inquietud. La laguna es una manifestación del resultado infructuoso de una acción, la derrota ante las adversidades. Conrad era lector de Schopenhauer. Bien conocido es su pesimismo vital y su doctrina de que todo cuanto nos acontece en esta vida, por aciago que sea, es fruto de la voluntad. Hay un error fundamental y consiste en creer que hemos venido a esta vida para ser felices. Esta predicación se ve muy claramente en este relato, muy filosófico por otro lado. Citaré algunos fragmentos de la obra para que se vea la profundidad del alma a la que llega Conrad.

 

“Puede perderse la palabra escrita; puede consignarse por escrito una falsedad; mas lo que ven los ojos es verdad y lo atesora el alma!” Una buena frase contra el escepticismo de los sentidos. “No hay peor enemigo ni mejor amigo que un hermano, tuan, pues hermano conoce a hermano, y tan hondo conocimiento es fuerza para el bien o el mal” Cuando ponemos en otra persona nuestro propio conocimiento, y en el caso de un hermano lo hacemos, el famoso oráculo de Delfos, conócete a ti mismo se nos vuelve aún más claro. “Siempre llega el momento en que hay que echar al olvido lealtad y respeto. A los reyes les son dados el poder y la autoridad, mas a todos los hombres les es dado el amor, la fuerza y el arrojo.” El poder del amor es infinito. Todos los hombres lo han sentido alguna vez y se han visto superados por sus sentimientos. El amor, como la belleza que predicaba Rilke, puede destruirnos. Así dice Conrad “En ti ahora no hay sino la mitad de un hombre: está en esa mujer la otra mitad. Luego que hayas vuelto a ser un hombre entero, aquí conmigo tornarás para lanzar el grito de desafío. Hijos somos los dos de la misma madre” “pues anhelaba estar con ella en sitio seguro, lejísimos del alcance de la cólera de los hombres y del despecho de las mujeres. Tan grande era mi amor que, con sólo que lograra hurtarme al furor de Inchi Midah y al alfanje de nuestro rey, lo juzgaba capaz de llevarme a un país donde se desconociera la muerte.” El protagonista ha huido con la amada del rey, moribunda, y pide ayuda a su hermano para escapar. Pero el destino trágico golpea una vez más “Resistiré aquí cuanto pueda, pues ella no es más que una mujer… incapaz de combatir o correr, mas en sus manos débiles tiene tu corazón.” El hermano muere y la amada también, en la agonía del dolor. El sufrimiento no es una quimera. Es objetivo y real como la muerte. Conrad era un pesimista con una visión muy realista de la vida. En toda su obra no hay un final feliz, que yo recuerde. No por nada Conrad fue una gran influencia de García Márquez y uno de los escritores favoritos de Borges.

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