Esta es la primera novela de Somerset Maugham que leo, y una de las primeras que escribió. Se trata de un libro basado en la vida de Paul Gauguin, amigo de Van Gogh y uno de los pintores más importantes de la historia del arte. La historia narra la forma en la que Charles Strickland, el protagonista, abandona a su familia para marcharse a París y dedicarse a la pintura. Es un ser abominable, carente de sentimientos y remordimientos por sus acciones. Ayudado por un pintor holandés de morir de hambre, Strickland termina yéndose con su mujer y abandonándola después, lo que la conduce al suicidio. Sin sentir ninguna clase de emoción tras lo ocurrido, Strickland se embarca en un barco que finalmente lo llevará hasta Tahíti, donde acabará sus días muriendo de lepra. El narrador es un joven aspirante a escritor (el propio Maugham). Cabe destacar las reflexiones que se hacen en torno al concepto del arte y el artista en la novela. Alguna vez sentimos el dicho de “el arte por el arte.” A veces nos encontramos con el concepto de lo sublime kantiano, sobre todo al expresar las sensaciones que las pinturas de Strickland tienen en las personas. La definición que el narrador hace del arte es de reminiscencia platónica, poniendo al Eros en una posición principal. “Yo creo que el arte es una manifestación del instinto sexual” Y su definición de la conciencia es muy similar al papel que el Yo juega en la terminología freudiana. “Yo creo que la conciencia es, en el individuo, el guardián de las reglas que la comunidad ha creado para su propia conservación. Es el policía de nuestros corazones, el cual nos vigila para que no quebrantemos las leyes. Es el espía que permanece sentado en la fortaleza principal de nuestro Yo.”
La lectura de este libro es grata y fácil, con descripciones que nos recuerdan al estilo narrativo de Arnold Bennett. También vemos en sus páginas las influencias de Dickens o de Flaubert, narradores ejemplares y creadores de personajes imperecederos. Como ellos, Maugham es capaz de concebir caracteres y pasiones inolvidables. Charles Strickland tiene las cualidades de un genio de la antigüedad: apático, antisocial, soberbio, incapaz de reconocer sus errores, pero aplastantemente inmortal en sus pinturas. Hay novelas de Maugham mejores construidas que ésta, teniendo en cuenta que es una de sus primeras obras, como por ejemplo servidumbre humana o el filo de la navaja. No por nada fue el escritor más rico de su época. Mantuvo una relación amorosa con H.G Wells. Su homosexualidad le permitió ahondar profundamente en los personajes femeninos, como D. H Lawrence.
Su obra crítica engloba el análisis de las que él consideraba las diez mejores novelas de la literatura universal, entre las que se encuentran los hermanos Karamazov, cumbres borrascosas o Tom Jones. Con un gusto exquisito, este novelista nos hace adentrarnos en sus páginas y que seamos un poco más conscientes de cómo funciona el ser humano, y lo que es más importante, nos trata de definir la esencia de la naturaleza humana.