En la tradición hebrea, la justicia de Dios representa uno de sus atributos principales. “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos” (Génesis 18 23:27) En el Talmud leemos la doctrina de los 36 justos por los que Dios no destruye el mundo. “En todo tiempo hay siempre 36 justos sobre la faz de la tierra, cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Se los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas” (Sanhedrín 97b Sucá 45b)
Franz Kafka podría ser uno de esos justos gracias a los cuales el mundo se mantiene en su existencia. Dos temas fundamentales son los que tratan sus obras, según Borges: la subordinación y el infinito. Yo añadiría el misterio cósmico. En el proceso, Joseph K, el protagonista, se ve acusado de un delito que desconoce y no ha cometido y debe enfrentarse a las autoridades para probar su inocencia. El tribunal termina por hacerlo degollar. El eje central de la novela consiste en esa subordinación a un orden superior, en este caso el Estado, pero las explicaciones teológicas también tienen cabida. No en vano Kafka leía a Pascal y a Kierkegaard con devoción. La idea del Dios judío está insertada en el inconsciente de Kafka. La realidad como misterio último inaccesible, como el Leviatán o el Behemoth del Antiguo Testamento, está siempre presente. Otro de los temas centrales de las obras de Kafka es la soledad a la que se exponen sus protagonistas. En un mundo donde impera el orden, Kafka nos habla de personajes cuyo orden en el universo es inexistente o superfluo. A estos personajes principales se les podría decir lo que cantó Keats
O Solitude, if I must with thee dwell
Let it not be among the jumbled heap
Of murky buildings[1]
Melville previó y prefiguró a Kafka. De algún modo su novela Bartleby el escribiente ya nos acerca al mundo posmodernista carente de valores y donde la persona está perdida en mitad del infinito universo. Max Scheler, en su obra el puesto del hombre en el cosmos sitúa el lugar del hombre en el universo. Leibniz dijo que Dios había creado el mejor de los mundos posibles, pero ha dejado infinitos mundos posibles no realizados. Es posible y aun verdad que en el mejor de los mundos donde todo es orden y armonía existan los lúgubres y dispersos personajes de las novelas de Kafka. O al menos en la mente de Dios. Kafka siempre se pregunta, junto con sus lectores, por la razón de ser de las cosas. Tenemos la suerte de que su amigo Max Brod no hizo caso de su última voluntad de quemar su obra.
[1] Oh soledad, si tengo que morar contigo
que no sea entre el desordenado sufrir
de sombríos edificios