Leibniz, en su correspondencia con Clarke, sostiene el principio de identidad de los indiscernibles, máxima según la cual no puede haber dos cosas iguales en el universo, pues serían una y la misma. Clarke, representando la opinión de Newton, arguye que eso implicaría limitar la omnipotencia divina. La historia de la filosofía ha refutado ese principio. En el siglo IV a.c, Arquitas de Tarento postula el siguiente problema con respecto a la finitud del espacio: “Si estoy en el extremo del cielo de las estrellas fijas ¿puedo extender hacia fuera mi mano o mi bastón? Es absurdo suponer que no podría hacerlo, y si puedo, lo que está afuera debe ser o bien un cuerpo o espacio. Entonces, de la misma manera, podemos salir de eso y así sucesivamente y, si siempre hay un nuevo lugar al que se pueda sacar el bastón, esto claramente comprende una extensión sin límites” (Simplicio, comentario a la Física de Aristóteles). El 5 de marzo de 1649, Henry More escribe desde Cambridge una misiva a Descartes exponiéndole el siguiente problema: “supongo que alguien se situara en los extremos de este mundo, y pregunto si podría hundir su espada a través de los límites del mundo hasta la empuñadura, de forma que toda la hoja de la espada se saliera de los confines; por un lado la cosa parece fácil de hacer, puesto que no habría nada fuera del mundo que ofreciera resistencia, y por otro lado la cosa parece imposible, pues no habría nada extenso fuera del mundo que pudiera recibir la hoja de la espada.”
El mismo problema multiplicado por el tiempo y el espacio en dos pensadores distintos. Queremos saber si es posible que haya dos cosas o seres idénticos en el universo. Esto nos conduce al tema del doble. Al tema de Markheim. La temática del doble o el Doppelganger ha sido ampliamente tratada en la literatura. Recuerdo el extraordinario caso del doctor Jekyll y Mr Hyde del mismo Stevenson; el relato extraordinario William Wilson de Poe; la infinita e incomparable novela los elixires del diablo de E.T.A Hoffmann, en la que el monje Medardo encuentra a su doble maligno. Nunca sabremos si éste es real o es tan sólo una fantasía de su imaginación desatada en locura; la novela corta el doble de Dostoievski, con un desenlace fatal; el relato The Jolly Corner de Henry James; el Zoroastro de Shelley, que se ve a sí mismo reflejado en un jardín; memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg. Novela esta que incorpora al diablo en su elemento más malvado. Este libro trata asimismo de un concepto central que se deja entrever en Markheim: la doctrina de la justificación y la doble predestinación calvinista. Cuando éste mata al dependiente (muerte que nos recuerda al asesinato cometido por Raskolnikov en crimen y castigo) se le aparece el diablo. Éste le dice que ha visto la vida entera de Markheim y que puede guiarle para escapar y llevarse el botín que había ido a robar. Markheim realiza una disertación sobre el bien y el mal, y Stevenson nos muestra su inconsciente calvinista cuando dice que el mal no está en las obras, sino en el carácter. El punto álgido del relato llega cuando Markheim dice que aunque ha perdido el amor del bien, aún odia el mal. El diablo desaparece con una expresión de sonrisa en su cara y Markheim se entrega. He aquí la cuestión de si el diablo puede servir como instrumento salvífico. ¿Es libre Markheim en su decisión de renegar del mal? Leibniz argumenta que Dios ha elegido el mejor de los mundos posibles, y que nuestras acciones son contingentes, pues podríamos haber obrado de manera opuesta. Sin embargo, defiende la existencia del principio de razón suficiente, principio por el cual existe una cosa más bien que otra, que inclina sin necesitar. El principio de razón suficiente nos lleva a una necesidad absoluta parecida a la predicada por Spinoza, donde todo ocurre de forma eterna y necesaria por orden de los decretos eternos divinos. Sin este gran principio de razón suficiente, nos dice Leibniz, no podríamos demostrar la existencia de Dios. ¿Por qué existe algo y no más bien la nada? ¿Por qué Markheim se arrepiente y actúa como actúa? ¿Es libre o es todo fruto de una necesidad metafísica? Nunca llegaremos a saberlo con certeza.
That which we are, we are;
One equal temper of heroic hearts,
Made weak by time and fate, but strong in will
To strive, to seek, to find and not to yield[1].
[1] Somos esto que somos
un igual coraje de corazones heroicos
que debilitó el tiempo y el destino, mas fuertes en querer
luchar, hallar, buscar y no rendirnos.
Ulysses Tennyson