Escribo esta reseña justo un par de horas después de haber asistido a mi primera reunión del club Chesterton de Granada. En ella se ha hablado de la disputa entre Shaw y Chesterton acerca de Dios y del papel de la religión en ambos pensadores. Uno de los asistentes ha planteado la posibilidad de que la propia conciencia religiosa evolucione con la propia conciencia del hombre, con los avatares históricos, políticos, ideológicos y sociológicos. De ahí que hayan surgido distintas religiones en la historia de la humanidad. Ante este relativismo, por otro lado lógico, Chesterton plantea que Dios es la verdad previa al hombre, y la verdad absoluta. Esto implica un realismo ontológico, frente al idealismo que surge con el cogito cartesiano y la subjetividad que empaña toda la Edad Moderna, ya prefigurada en las doctrinas de Lutero, cuando Dios pasa a la conciencia del hombre. Yo he transitado durante años el idealismo trascendental de Kant, y como Ortega, vivo aún en esa prisión sin poder salir de ella. El tiempo y el espacio como formas de intuición a priori de la sensibilidad, la aplicación de las categorías que el sujeto impone a la realidad para configurarla, el hecho de que lo que percibimos esté filtrado por nuestra conciencia, o como diría Schopenhauer, que el mundo sea un fenómeno cerebral, son hipótesis tan bien hilvanadas y tan fantásticas que me parecen verosímiles. Me he perdido en el papel del esquematismo trascendental, en la imaginación y en las antinomias del filósofo de Könisgberg. He leído la obra de Aristóteles, he intentado procesar el nous poietikos que tantos dolores de cabeza dio a los escolásticos. Como buen aprendiz de teólogo, he leído parte de la Summa Teológica y lo que es más grave, me he iniciado con las Disputaciones metafísicas de Suárez. Ni qué decir que el hecho de haber leído todos los diálogos de Platón me ha hecho a veces caer en el misticismo, en las Enéadas de Plotino y en los dísticos de Angelus Silesius, en las reflexiones de Eckhart y de Böhme. He fantaseado con las mónadas de Leibniz, y he creído que este es el mejor de los mundos posibles, con un optimismo a veces irreal. Otras veces he pensado que este es el peor de los mundos posibles, como afirmó Schopenhauer. El Cielo y el Infierno conviven en cada ser humano y en cada alma que puebla el planeta. Reconozco que la obra de Chesterton es la del último caballero cristiano, el último escritor elegante y con clase. Shaw para mí sigue siendo un genio a la altura de Chesterton, aunque fuese ateo. Un hombre que escribió que «ser utilizado para fines innobles es la única tragedia. Todo lo demás es mera mortalidad e infortunio» no puede ser más que un genio. Sus obras de teatro me parecen, por lo general, maravillosas. Reformó el teatro de Ibsen. Chesterton se enfrentó a él con la razón y la lógica. El príncipe de las paradojas profetizó cosas que hoy se están cumpliendo. Decadencia de los valores cristianos. Relativismo moral y epistemológico. La frase de Nietzsche «no hay hechos, sólo interpretaciones» nos lleva al relativismo y el escepticismo de los sofistas. Chesterton hace como Platón hizo con el peligro que suponían Protágoras y después Gorgias: frente a «el hombre es la medida de todas las cosas», Platón dijo que «Dios es la medida de todas las cosas». Frente a la realidad cambiante y oscura, el mundo permanente de las Ideas. Como Shakespeare, como Dante, como Joyce, como Goethe, Chesterton es una literatura en sí misma. Como algún escritor francés (pienso en Claudel, pienso en Etienne Gilson) el británico defiende que llegamos a la fe a través de la razón, a la creencia a través de la argumentación. No fue, como Unamuno, un hombre atormentado por la duda, un hombre que quería creer y no podía por sus desdichas personales y por el antagonismo entre la razón y la fe. Santa Teresa dijo que Dios está en los pucheros. Yo, como anunció Jesucristo, creo que «el reino de Dios está dentro de vosotros». Creo que Chesterton buscaba la Verdad, y la defendió con rigor y con coraje. «Llegará el día en que tengamos que sacar la espada por decir que la hierba es verde». Ese día ya ha llegado. Lo estamos viviendo ahora mismo.