Esta novela breve de Thomas Mann es una de las más representativas del autor alemán. Publicada en 1912, es un reflejo de la concepción que Mann tenía del arte, de la belleza y de la tarea del escritor. El libro gira en torno a un noble alemán dedicado plenamente a la escritura, que lleva una vida retirada y ascética, consagrada al mundo de la creación literaria. Gustav von Aschenbach tiene un encuentro con un extraño en un cementerio, experiencia tras la cual decide dirigirse a Venecia para pasar unas vacaciones. Allí hospedado en el hotel observa la figura de un joven que no alcanza la edad de los catorce años y cuya belleza le deja fascinado, pues lo compara con una escultura griega. Tras seguir los pasos de la familia y el chico en la playa, escucha el nombre de Tadzio, y lo reconoce como polaco. A partir de este momento Aschenbach se obsesiona con Tadzio, por lo que tiene sentimientos encontrados, ya que de alguna forma admira su belleza física, platónica, pero a la vez se siente atraído por él, por lo que siente remordimientos que le hacen pensar en abandonar Venecia, pero finalmente decide quedarse. Como lo que actualmente se llama hoy en día un “Stalker” o acosador, Aschenbach sigue a todas partes al muchacho y ve su rostro en todas partes. En un momento Tadzio le mira y le sonríe, ante lo cual se siente sobrecogido. Acto seguido desaparece y grita en voz alta ¡te quiero!. Mientras tanto las autoridades hablan de que una enfermedad contagiosa, aún desconocida, se está extendiendo por la ciudad. El hombre Aschenbach, de más de cincuenta años, se percata de que se ha enamorado del muchacho. De hecho llega a tener un sueño con él cargado de sexualidad dionisíaca. La enfermedad que se está propagando por Venecia es el cólera, pero las autoridades permanecen en silencio para que los turistas no abandonen la ciudad. Cuando la familia de Tadzio decide dejar el hotel y la ciudad al enterarse de la noticia de la epidemia de cólera, Aschenbach se marcha a la playa donde ve a Tadzio en las olas, jugando con otro chico. Su compañero empieza a ahogarle, por lo que Aschenbach se siente impelido a actuar, pero justo en ese momento Tadzio se suelta de su opresor. Momentos después Aschenbach pierde el conocimiento tras haber creído percibir que Tadzio le hacía señales para acercarse. Minutos después es hallado muerto.
Habiendo resumido el argumento de la novela, analicemos el contexto y las influencias de Mann. Mann estaba asombrado por la figura de Goethe, y en especial por el hecho de que el mayor genio de las letras alemanas se enamorase de la baronesa Ulrike von Levetzow, de tan sólo diecisiete años cuando Goethe contaba con setenta y tres. A través de un amigo que la conocía le pidió que se casase con él, ante lo cual la joven declinó. Dos años después Goethe compuso la famosa “elegía de Marienbad”, ante el rechazo de la joven. Se considera uno de los mejores poemas de Goethe y el más personal, ya que sólo se lo mostró en vida a sus más allegados. La descripción del personaje de Aschenbach está basada en la figura de Gustav Mahler, que murió en 1911. Las influencias claras de Mann son ante todo Schopenhauer, Nietzsche y Freud. De tal forma que en la novela se revela el ideal platónico de la belleza, representada por Apolo, frente al instinto dionisíaco que Nietzsche tanto defendía y preconizaba con su vitalismo. En cuanto a la doctrina artística, Mann sigue a Schopenhauer. Para este, sólo podíamos zafarnos de la voluntad de dos formas: a través del arte o aniquilando la voluntad con el ascetismo y la castidad. Dice Schopenhauer que el artista contempla la idea platónica y se evade del principio de razón suficiente que gobierna el mundo de la representación. Aunque no escapa completamente del mundo de esta, llega a un nivel mayor porque la idea platónica es una objetivación más pura y directa de la voluntad y el intelecto domina sobre esta última y sus pasiones.
Siempre se cuestionó que Mann era un homosexual encubierto, no sólo por la temática de esta novela sino por su trato hacia la homosexualidad que se dio en su propia familia. Su hijo Klaus Mann, autor de la novela inmortal Mefisto, se suicidó. Se cree que Mann nunca llegó a tolerar la homosexualidad de su hijo. Gran conocedor del psicoanálisis, escribió un libro sobre Freud, Nietzsche y Schopenhauer, tres pensadores que están completamente relacionados. Una de las interpretaciones del libro es una supuesta justificación de la pederastia por parte de las clases altas y nobles e intelectuales. Esto resuena, aunque tangencialmente, con la sexualidad en la Grecia clásica de los efebos.
La obra más grande de Thomas Mann es la montaña mágica, que algunos críticos consideran la novela más importante del siglo XX, o al menos la equiparan al Ulises de Joyce, a la magna obra de en busca del tiempo perdido de Proust, a la muerte de Virgilio de Hermann Broch o al hombre sin atributos de Musil, considerada la novela más importante escrita en lengua alemana del siglo XX. Tanto la montaña mágica, así como el hombre sin atributos y la muerte de Virgilio han sido ya reseñadas por mí.
Por último, una anécdota personal. Cuando yo leí esta novela me quedé prendado de una frase en que Mann habla de una nada eterna. Asocié esta concepción a la mística alemana que equipara al Ser Supremo con la Nada, ya que ambos conceptos, pensados en abstracto, son carentes de atributos. Por eso Dios está por encima del Ser, por encima del Bien, por encima de cualquier atributo positivo que los humanos le podamos atribuir. Otra relación me vino a la mente con la idea de que Mann se enamore de la belleza ideal y pura de un joven adolescente. Me vino a la mente la primera elegía del Duino de Rilke, cuya primera estrofa transcribo:
“¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los coros
de los ángeles? Y aun suponiendo que alguno de ellos
me acogiera de pronto en su corazón, yo desaparecería
ante su existencia más poderosa. Porque lo bello no es sino
el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar;
y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos.
Todo ángel es terrible”.
Mi reflexión final:
A veces percibimos una belleza y una bondad que nos sobrecogen como humanos y que no podemos soportar por ser materiales y estar aprisionados en las tres dimensiones de nuestro cuerpo. A veces hay cosas tan buenas que no parecen reales y no podemos llegar a creer. Acecha la duda y entra en juego la razón y el escepticismo. Por eso a veces debemos, como decía Kierkegaard, realizar un salto de fe.