Novela de ajedrez

Esta novela de Zweig es, a mi juicio, una alegoría de cómo la mente humana trata de salvarse de la locura a la que puede conducir la soledad prolongada y los medios que tiene el hombre para mantenerse en la cordura. Un joven que llega a ser campeón del mundo del ajedrez llamado Czentovicz se encuentra en un barco que viaja de Nueva York a Buenos Aires. Se nos narra que desde niño ha sido un prodigio del ajedrez, siendo un absoluto ignorante en el resto de las áreas. Tal es así que es incapaz de entender un texto. Algunos de los pasajeros desafían a Czentovicz a jugar algunas partidas, ante lo cual el campeón del mundo, de forma soberbia y arrogante, contesta que sólo jugará por una amplia suma de dinero. Sin embargo, en el pasaje hay un hombre, un noble vienés que huye de los nazis, que, asesorando al contrincante del campeón del mundo, logra arrancar unas valiosas tablas. El narrador le pide que cuente su historia al noble, ante lo cual decide relatar cómo se aprendió todas las partidas de los grandes campeones de ajedrez durante su aislamiento por parte de los nazis. La única salida a la locura fue memorizar un libro que había encontrado sobre ajedrez y aprender mentalmente todas las jugadas del libro. Al cabo de contar su historia, se le pide que juegue con el vigente campeón de ajedrez, ante lo cual el protagonista responde que sólo jugará una partida. Al día siguiente, el noble vienés se enfrenta a Czentovicz, consiguiendo derrotarlo con cierta facilidad. Czentovicz le pide la revancha, y el campeón empieza a presionarlo psicológicamente gastando los diez minutos de límite de tiempo entre jugada y jugada, lo que hace que el protagonista empiece a sudar y a perder el contacto con la realidad en un movimiento en el que se imagina estar dándole jaque con un alfil cuando hay un peón que protege al rey. Ante esta situación, el narrador le pide que deje de jugar para no volver a caer en la disociación que está teniendo lugar en su mente, para lo cual le recuerda una herida que tiene en la palma de la mano. Ante esta advertencia, el noble vienés decide darse por vencido y retirarse, felicitando a Czentovicz. Este dice que estaba armando un buen ataque.

Ante esta novela, quiero hacer una reflexión de carácter filosófico, así como literario. En el libro se nos dice que Czentovicz llegó a ser campeón del mundo pero que siempre tenía que estar viendo el tablero de ajedrez y que era incapaz de abstraer los movimientos. Sin la visión del tablero, era incapaz de realizar ningún movimiento. Aristóteles dice que el conocimiento es imposible sin imágenes, pero precisamente el hombre se distingue del resto de los seres de la naturaleza porque tiene un entendimiento agente que abstrae las formas de la materia. En el caso de Czentovicz, su conocimiento es meramente empírico y no abstracto. Sin embargo, el noble vienés puede derrotarlo debido a su capacidad lógico matemática de prever y adelantarse a los movimientos del campeón del mundo. Él sí puede ver los movimientos en su mente y anticipar las jugadas. Dicho esto, aquí lo que se está discutiendo es un problema fundamental de la epistemología. Si el conocimiento que tenemos es racional o empírico, o una mezcla de ambos. Para los racionalistas hay ideas innatas, independientes de la experiencia, con las que describimos y explicamos la realidad. Para un empirista, no hay nada que sepamos de lo que antes no hayamos tenido una percepción o impresión previa. Kant trató de sintetizar estas dos corrientes con su idealismo trascendental. Hay juicios analíticos, independientes de la experiencia, como las leyes lógicas. Estos son a priori e independientes de toda experiencia. Luego hay juicios sintéticos, que aumentan nuestro conocimiento, son a posteriori y los conocemos a través de la experiencia. Pero la experiencia no puede nunca postular verdades universales y necesarias. Esto sólo puede hacerlo la razón. Entonces Kant trata de explicar si son posibles los juicios sintéticos a priori, esto es, que aunque aumenten nuestro conocimiento, sean universales y necesarios. Un ejemplo sería: una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Otro sería: todo cambio tiene una causa. O el más famoso: 7+5=12. Esto sería un juicio sintético a priori, aunque prácticamente todos los matemáticos postularían que es analítico y una tautología, pero para Kant tenemos que percibir el siete y el cinco a través de la experiencia aunque la verdad de este juicio sea universal y necesaria. Hecha esta digresión, paso a comentar unas breves anécdotas del ajedrez y unas reflexiones acerca de lo que me ha parecido la novela.

En alemán ajedrez se dice Schach, que está emparentado con el persa shah, que significa rey. El término original viene del sánscrito chaturanga, que significa cuatro fuerzas, referidas a las cuatro fuerzas del antiguo ejército indio: carros de guerra, elefantes, caballería e infantería. Omar Khayam, autor persa que vivió entre los siglos XI y XII, que nos ha dejado sus inmortales cuartetas conocidas como Rubaiyat (la traducción al inglés de Fitzgerald fue la que introdujo las mágicas teorías y máximas del autor persa), establece que el universo es como un tablero de ajedrez en el que los cuatro lados simbolizan los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire), mientras que las casillas blancas simbolizan los días y las negras las noches. En el Mabinogion, ciclo de los mitos galeses, hay una partida de ajedrez y conforme a los movimientos de los jugadores, las tropas de uno u otro reino van cayendo. También se llegó a especular con la tesis de que el mundo en el que vivimos, la historia del universo, es una partida de ajedrez entre Dios y el diablo. Esto tendría alguna reminiscencia con el zoroastrismo, la lucha eterna entre el bien y el mal. Aunque de momento la partida parece que la va ganando el diablo, (pestes, enfermedades, envidias, muerte, destrucción), realmente Dios está sacrificando algunas piezas para dar jaque mate y obtener la victoria final. En nuestras vidas, algunos somos peones, otros caballos, otros alfiles, algunos torres, muy pocos reinas, y reyes, si hay alguno, están contados con los dedos de la mano. Los peones deben de sacrificarse para conseguir la victoria, pero eso no significa que tengan menos valor, ya que un peón puede alzarse como reina. (No quiero dejar de recordar al lector el bello poema «ajedrez» de Borges)

En cuanto al mensaje de la novela, es evidente que Zweig está haciendo una crítica al régimen nazi y a las ansias de poder y de dominación sobre el otro. El lema de Hitler era “o gobernar el mundo, o destruir el mundo”. Heráclito dijo que la guerra es el padre de todas las cosas, hablando de la lucha entre contrarios, que significa el cambio y el devenir continuos. También quisiera recordar aquí la frase de unos de los mayores cuentistas de la literatura mundial, Guy de Maupassant, ahijado de Flaubert, que dijo que “la soledad prolongada puebla de visiones el vacío” El protagonista se encuentra al borde de la locura y sólo consigue salvarse a través de un libro de ajedrez. La psicosis, según Henry Ey, consiste en la disolución del yo. No es sólo que el yo se disocie y se escinda, sino que la unidad de la conciencia se rompe. En esta bella novela podemos ver que, como dijo Nietzsche, el arte es la justificación estética de la vida. Leer a Dostoievski, leer a Kant, leer a Hegel, leer a Shakespeare, leer la poesía de Swinburne o las doctrinas de Leibniz pueden ser igual de curativas y sanadoras que una psicoterapia.

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