Borges y el tiempo

De todas las obsesiones de Borges (la identidad, los espejos, los laberintos, la metáfora), sospecho que la que mayor asombro le provocó fue el misterio del tiempo. Tal vez por esto sentía cierta debilidad por Quevedo (el poeta del tiempo) y su obra el Heráclito cristiano. En su obra otras inquisiciones trata de refutar la existencia del tiempo en el ensayo denominado nueva refutación del tiempo. Empleando las tesis de Berkeley y Hume, consigue negar el tiempo y llega a sostener que “el tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.[1]” Heráclito dijo: “entramos y no entramos en los mismos ríos, somos y no somos” (Fragmentos, 49a) Gigon arguye que este fragmento sería apócrifo y que Heráclito jamás pronunció semejantes palabras. Pero con este ejemplo definió la esencia del tiempo como cambio permanente. Quevedo lo dirá con más precisión en su poema a Roma sepultada en sus ruinas: “Oh Roma en tu grandeza, en tu hermosura/ huyó lo que era firme y solamente/lo fugitivo permanece y dura.” Y Schopenhauer, en el siglo XIX, aclamará: “el cambio es la única cosa inmutable.” Borges admiraba la metáfora del río porque en el fluir de las aguas se discernía el fluir de los pensamientos, se pasaba del tiempo objetivo al tiempo subjetivo que san Agustín disertará en sus confesiones El pasado es el presente entendido como memoria o recuerdo, mientras que el futuro es el presente entendido como esperanza. Husserl llama protensiones y retenciones a las intencionalidades que nos anclan en un contexto. El instante es el puente que une el tiempo con la eternidad, como diría Kierkegaard. Pero el tiempo emana y deriva de la eternidad. Así lo entendió Platón, para el que “el tiempo es una imagen móvil de la eternidad” (Timeo, 37c-38b).Así William Blake declaró que “el tiempo es la dádiva de la eternidad.” El tiempo es una degradación de la eternidad, al igual que la vida. Por eso Shelley pudo decir:

Life, like a dome of many coloured glass,

 Stains the white radiance of Eternity[2]

Borges, siguiendo a Schopenhauer, declara que el presente es lo único que existe. El pasado y el futuro sólo existen unidos como conceptos al principio de razón suficiente y son meras abstracciones. En este sentido, Borges está de acuerdo con Aristóteles, para quien el ahora es lo único que existe, pero éste no es una parte del tiempo, sino un límite. También cabe preguntarse si el ahora es siempre el mismo o es sucesivamente diferente. Todo esto lo plantea Aristóteles en el libro IV de su Física (217b 29) Borges se pregunta si dos instantes pueden ser exactamente idénticos, el problema de la flecha de Zenón que permanece inmóvil en todo su recorrido. ¿El tiempo está compuesto de ahoras distintos y sucesivos o se trata de un presente permanente? Aristóteles responde que por un lado siempre estamos en el mismo ahora, pero que por otra parte el ahora siempre es diferente. El ahora o presente es la continuidad del tiempo pues enlaza el pasado y el futuro; y es un límite del tiempo, pues es principio de uno y fin de otro. Hace un recorrido de lo que dijeron los filósofos anteriores a él. Unos dicen que el tiempo es el movimiento del Todo (Platón) y otros que es la esfera misma (pitagóricos) Para Aristóteles el tiempo es “el número del movimiento según el antes y el después” (Física IV, 11, 219b) Posteriormente se plantea si el tiempo podría existir sin el alma que la numerase, contestando negativamente. (Física IV, 14, 223a) Supongamos que no existe movimiento exterior a nosotros, que estamos a oscuras y no percibimos ningún tipo de movimiento. Aun así, podremos percibir que ha pasado el tiempo por el movimiento en nuestra alma o conciencia, por nuestra sucesión de ideas como diría Locke. Eso es precisamente el tiempo para él. Ya Plotino define el tiempo como la sucesión de la vida del alma (Enéadas, III) Y es que el tiempo es, ante todo, sucesión. Así lo define Leibniz: “el tiempo es el orden de sucesión de los que no son simultáneos” (Principios metafísicos de la matemática) Newton, por su parte, define el tiempo de la siguiente manera: “el tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a nada externo fluye uniformemente, y se dice con otro nombre duración” (Principia mathematica, escolio) Newton defiende así la existencia de un tiempo objetivo que fluye en el universo aunque nada cambie de forma exterior. Podríamos decir que es el tiempo que intuye Dios. Este tiempo objetivo y universal está magníficamente expresado en el verso de Tennyson “time is flowing in the middle of the night”[3]

La batalla entre los absolutistas y los relativistas estaba servida. Por un lado, el continente, representado por Leibniz; por otro, las islas, representadas por Newton y su discípulo aventajado, el reverendo Samuel Clarke. La famosa correspondencia Leibniz-Clarke se tiene por uno de los hitos más importantes de la ciencia del siglo XVIII. Borges dictamina que si un solo elemento de la serie temporal se repite, la misma serie queda rota. La pregunta por la existencia de dos instantes idénticos se vio confirmada en la correspondencia Leibniz-Clarke. Clarke, defendiendo las posturas de Newton, arguye que puede haber dos instantes iguales, pues lo contrario sería violar la omnipotencia divina. Además Dios creó el mundo en un instante de tiempo de su elección, por lo que el tiempo existía previamente a la creación. Para Leibniz, la creación del universo supone el inicio del tiempo. Como para san Agustín, el primer instante de tiempo supone el instante de la creación. Basándose en su principio de identidad de los indiscernibles, Leibniz razona que no puede haber dos términos absolutamente idénticos en el universo, pues de ser así, serían indiscernibles. Y Dios jamás elegiría entre indiscernibles, pues no tendría razón para elegir un término más bien que el otro. Esto llevaría a Dios a no crear. Pero el universo ha sido creado, luego Dios ha elegido. Cada instante es diferente y discernible del anterior en virtud del principio de razón suficiente, por el cual siempre hay una razón suficiente por el que una cosa existe con respecto a otra.  

Para Kant, el tiempo es una forma a priori de la sensibilidad, y la forma de nuestro sentido interno. (Crítica de la razón pura, estética trascendental) Como modo de percepción, el tiempo es una condición de la posibilidad de la experiencia. Toda la fenomenología posterior a la crítica kantiana verá al tiempo como una entidad subjetiva, desde Hegel con su principio de yo=yo hasta Merleau-Ponty, que define el tiempo no como una línea, sino como una red de intencionalidades (Fenomenología de la percepción, II la temporalidad) Pero ya la subjetividad del tiempo se había manifestado en las definiciones de Berkeley y Hume, como hace notar Borges. Para Berkeley, el tiempo “es la sucesión de ideas que fluye uniformemente y de la que todos los seres participan” (Principios del conocimiento humano, 98) Para Hume, “una sucesión de momentos indivisibles” (Tratado de la naturaleza humana, I, 2 ,2) Geulincx argumentaba que Dios destruía cada instante de tiempo para crear el siguiente. Malebranche fue defensor de las causas ocasionales, teoría por la cual Dios es el único actor del gran espectáculo del universo. Las causas que concebimos son sólo meras ocasiones para que Dios obre. El tiempo es una creación continua; nada existe fuera del momento presente. No hay existencia ni continuidad entre instantes. Se llega así a la concepción del tiempo discreto, ya defendida por Bachelard en su obra la intuición del instante. Con la tesis ocasionalista hemos llegado a los instantes discretos y a la suma de estos como totalidad del tiempo. Refutada queda la tesis de la duración real de Bergson, que hace del tiempo un continuo. Entre dos ahora no hay nada. Cada instante es independiente. Esta idea llevó a Descartes a concluir que Dios está eternamente creando el mundo, pues éste es instantáneo en todo su ser. Si Dios dejase de actuar, aunque fuese por un solo segundo, el universo recaería en la nada. En términos berkeleyanos, Dios tiene que percibir continuamente el mundo para garantizar su existencia. ¿Qué existe fuera de la percepción? Esse est percipi. Nada existe aparte de las percepciones presentes. Si no me equivoco, esta doctrina conduce al solipsismo, y por lo tanto a la soledad eterna. Estamos solos en el mundo, no cabe la menor duda.  Joseph Conrad bien pudo decir: “vivimos como soñamos, solos.” (El corazón de las tinieblas). Pero la soledad nos puede llevar a la divinidad. Walter Savage Landor escribió: “la soledad es la sala de audiencias de Dios.” Vigny expresó con énfasis: “la soledad es santa”. Tal vez el aislamiento nos traiga la esperanza de Dios.

“Quien siempre está solo y con nadie se compromete

Si no es Dios, ciertamente está divinizado.”

 Angelus Silesius El peregrino querúbico (I, 202)


[1] Heidegger llegará a decir que “el sentido del existir humano es la temporalidad” Ser y tiempo, pág 331. Asimismo Paul Claudel escribirá: “el tiempo es el sentido de la vida (sentido: como se dice el sentido de un curso de agua, el sentido de una frase, el sentido de un tejido, el sentido del olfato)” Arte poética.  (Extractos tomados del libro fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty)

[2] La vida, como una cúpula vidriada multicolor, mancha la blancura radiante de la eternidad”.

[3] El tiempo fluye en mitad de la noche

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