Vasubandhu/Berkeley

Dos días he tardado en leer estos dos ensayos sobre filosofía. Estrictamente, no voy a hablar de un libro literario sino filosófico, pero, como Borges, reconozco la filosofía como una rama más de la literatura, en este caso fantástica.

Vasubandhu

He de admitir que desconocía la existencia de Vasubandhu, este monje budista del siglo IV de nuestra era y que fue uno de los fundadores de la escuela yogacara tras su conversión al budismo mahayana. Su tesis principal es que el mundo exterior es todo apariencia o sólo apariencia, lo que nos lleva a catalogarlo de idealismo epistemológico.

Considera la mente el teatro del mundo donde tienen lugar las representaciones. En este sentido, se acerca mucho al idealismo de Hume. Vasubandhu habla de un receptáculo de las impresiones, una especie de depósito de conciencia denominado alayavijñana. Transcribo literalmente: ”este depósito servía en cierto sentido de argamasa para la cohesión de los fragmentos dispersos del mundo, constituyendo un vínculo de unidad de las diferentes percepciones de los seres y, en cierto sentido, un precursor del concepto moderno de inconsciente” Este receptáculo nos recuerda “la gran memoria” de Yeats, o la famosa urdimbre universal que une todos los seres. Weave the  warp and weave the woof[1] de Thomas Gray. Este depósito de conciencia, como señala Zimmer, se convertirá para algunos budistas en lo que el brahman indiferenciado es para los hinduistas: el manantial del que todo surge y al que todo vuelve, como el Uno de Plotino. “El alayavijñana asegura la continuidad kármica y se concibe como una entidad metafísica de naturaleza “instantánea.” Podríamos verlo como una memoria infinita que guarda todas y cada una de las impresiones que pueden experimentar los seres y que asegura el vínculo causal entre ellas.”

Para Vasubandhu, no hay distinción sujeto/objeto. El acto cognitivo es lo único real. La mente es únicamente la serie de representaciones y actos cognitivos de la actualización de los vasana (literalmente impregnación en sánscrito) “La imaginación manda sobre todas sus ideas”, ha escrito Hume. Parikalpa es la palabra sánscrita que significa imaginación, representación o incluso espectáculo. Más adelante Vasubandhu afirma que sólo mente son los tres mundos (el mundo sensual, el mundo de las formas puras y el mundo carente de formas) Como Hume, como Nietzsche después, Vasubandhu aniquila el yo, pues todo es insustancial e impermanente en la doctrina budista. Hay pensamientos, pero no un pensador; no había nadie que sintiera, pero sí emociones. El cogito ergo sum cartesiano queda refutado.

Dejando de lado que Vasubandhu escribe para hacernos alcanzar la liberación, es evidente las conexiones que hay con la teoría de Berkeley. Vamos a verlo.

Berkeley

El idealismo es posiblemente la más antigua de las doctrinas filosóficas, pero en Occidente no quedó establecida hasta la tesis de Berkeley, esse est percipi, ser es percibir. Para Berkeley no existe nada fuera de la mente, algo así como un sustrato material que soporte nuestras ideas es una contradicción manifiesta. Sólo existen espíritus, activos e ideas pasivas. La materia no existe y no hay nada fuera de la mente capaz de causar en nosotros lo que llamamos una idea. Para Berkeley Dios no queda demostrado, sino postulado, pues es el perceptor universal que sostiene a las cosas en el ser cuando no hay nadie más percibiéndolas. Para Berkeley la historia universal es un espectáculo observado por Dios, que crea y percibe el mundo infinitamente. Que todo lo que percibimos sea una ilusión y que vivamos y nos movamos en Dios tiene algunos precedentes. En la vida es sueño de Calderón de la Barca (1635) Segismundo, el protagonista, se pregunta si lo que ve no es ficción de su espíritu. Addison, en el siglo XVIII, escribe: “el alma, cuando sueña, es teatro, actores y auditorio” Berkeley negó que hubiera un sustrato detrás de nuestras impresiones. Todo se reduce a sensaciones subjetivas, que tienen en Dios su soporte último. Pero Hume lleva el argumento hasta sus últimas consecuencias y deduce que no hay espíritu inextenso y activo que perciba las ideas, sino que somos un haz de percepciones que se suceden unas a otras con increíble rapidez. No sabemos de qué material está hecho el teatro ni donde se representan esas impresiones. Píndaro dijo que “el hombre es el sueño de una sombra”. No sabemos si somos el sueño de un Dios o de un demonio subalterno que dirige este universo nuestro. La existencia del mal hace muy difícil creer en un Dios todopoderoso y bondadoso que podría haber evitado todo tipo de dolores y sufrimientos innecesarios, como lo nace notar Hume en sus diálogos acerca de la religión natural. En 1871 en su obra A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, Lewis Carroll hace de Alicia un sueño del rey rojo, ya que si éste se despertase, ella se desvanecería como una vela. Frente a la bella tesis idealista nos queda la científica y vulgar teoría materialista, que nos hace seres momentáneos de una eternidad infinita en un cosmos sin principio ni fin, ni en el tiempo ni en el espacio.

[1] Urde la urdimbre y teje la trama

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